Habilidades personales para el buen uso de la información
Debido al crecimiento vertiginoso del volumen de la información, que manejamos en nuestra vida cotidiana, las personas deben ser capaces tanto de seleccionar y organizar información, como de asimilarla y resulta indispensable para una gestión eficaz del conocimiento el saber que información buscar. El desarrollo de esta habilidad implica la transición de un modelo de aprendizaje basado en canales de información establecidos como: libros de texto, profesores, etc a otro en los que se accede a través de unos canales más fluidos y variados como son las nuevas tecnologías de información y comunicación como por ejemplo: la telemática, las teleconferencias, etc.
Las personas tenemos que ser capaces de articular conocimientos, experiencias y sentimientos con el fin de trabajar de un modo eficaz en el seno de equipos, comercializar su talento, forjar alianzas y buscar nuevas informaciones.
A medida que las organizaciones comienzan a considerarse a sí mismas como entornos de aprendizaje y de pensamiento, avanzan en el descubrimiento de que la capacidad reflexiva, la capacidad de observar, analizar y formar decisiones acerca de si mismas, constituye una faceta de vital importancia de su capacidad para adaptarse, responder y prosperar. Una de las implicaciones de la transición hacia una sociedad basada en el conocimiento, es que la inteligencia se encuentra mucho más distribuida que en épocas anteriores. De ahí que las personas debemos de tener la capacidad de:
- Pensamiento de futuro, para ser capaz de imaginar, analizar diferentes escenarios de futuro y sus implicaciones.
- Toma de decisiones, para ser capaz de pensar en cada una de las opciones posibles y tomar una decisión clara a cerca de la mejor de ellas.
- Gestión de la ansiedad, para saber cómo dominar la tensión y redirigir la propia energía de forma saludable.
- Aprender de los errores, para ser capaz de convertir los propios errores o deficiencias en oportunidades para aprender.
Los investigadores predicen que los puestos de trabajo del futuro se clasificarán en categorías vinculadas a la intensidad de conocimientos que utilicen. Hoy nadie puede esperar que el acervo inicial de conocimientos constituido en la juventud le baste para toda la vida, pues la evolución actual del mundo exige una actualización permanente del saber. Por otro lado, el acortamiento del periodo de actividad profesional, la disminución del volumen total de horas de trabajo remuneradas y la prolongación de la vida después de la jubilación aumentan el tiempo disponible para otras actividades. Por tanto, el periodo de aprendizaje cubre toda la vida, y cada tipo de conocimiento invade el ámbito de los demás y los enriquece. Aprender a lo largo de la vida representa la clave para entrar en el siglo XXI, no sólo para responder a una necesaria actualización de conocimientos, sino también para brindar los medios para alcanzar un mejor equilibrio entre el trabajo y el aprendizaje, y para el ejercicio de una ciudadanía activa. La educación a lo largo de la vida representa para el ser humano una construcción continua de sus conocimientos y aptitudes y de su facultad de juicio y acción. Debe permitirle tomar conciencia de sí mismo y de su entorno y desempeñar su función social en el mundo del trabajo y en la vida pública (Delors, 1996).